Pechos rotundos, entregados,

deseosos del roce de mi pecho seco, sin alma,

descarnado como una noche de dolor en la penumbra.

 

Espiral de humo con aroma a vino,

yaga interna que me destroza las ideas,

columna vertebral como tigres devorando.

 

Es tu silueta de caderas anchas lo que me trastorna,

también tu mirada fija, limpia, entregada,

quiero amarte sin remordimiento.

 

Es una ciudad eterna con millones de luces,

como clavos atravesando las pupilas.

 

Entregarme y penetrarte, eso es lo que deseas,

flotando en el aire como un molinillo,

indiferente.

 

Te cazaré y darás por terminado tu deseo,

ya no sufrirás más,

habrás cumplido con el mandato de tu instinto.

 

Paseas, subes y bajas,

ascensores que nos hace

posibles durante un minuto.

 

Odio a la humanidad,

sal que abrasa cada centímetro de piel.

Si no existiese gente tu no existirías,

hasta ese punto soy odioso.

 

Pero vomito en ti y no deseo que existas,

así podré odiar a la humanidad sin remordimiento.